Entró en casa exultante, agarrando fuertemente una botella de cava. Ella estaba en el salón. A su lado, en una mesita, esperaban dos copas vacías y una bandeja de canapés.
La saludó con un beso furtivo, alcanzó uno de los aperitivos y antes de introducírselo entero en la boca, le dijo:
−Descorcharé el cava en la cocina, no te muevas.
Una vez descorchada la botella, introdujo el contenido de varias cápsulas. Esperó impaciente a que se disolvieran, antes de dirigirse de nuevo al salón. La arpía le esperaba de pie, sujetando firmemente las copas. Le sirvió con el corazón y la respiración acelerada, había fantaseado tanto con el momento en que por fin la viera agonizar…
La miró a los ojos y percibió un brillo extraño. Sintió un dolor agudo en el corazón, justo antes de caer a sus pies, con las convulsiones previas a la muerte.
−Siempre te gustaron esos canapés −comentó ella feliz con su triunfo, alzó la copa y bebió.
Juntos para siempre (M.C. López Carrión)
