Sentado en el borde de la cama, junto al cuerpo indolente, releyó indignado el oficio por
enésima vez: “… Así pues, y toda vez que dicha circunstancia no está recogida en nuestro vigente ordenamiento jurídico, nos vemos obligados a denegar, nuevamente, su solicitud …”
Inclinándose sobre él le beso la frente y, tomando la almohada con ambas manos, la puso sobre el rostro inerme, presionando con todas sus fuerzas.