9.30 A.M. AVE Madrid-Gerona. Miro por la ventana desde mi asiento 13D pero no hay nada fuera, solo las cosas que pasan deprisa, que no puedes alcanzar. En el 13C unos ojos tristes intentan atravesar la pared del vagón con la agonía de un preso. Vuelvo a mi ventana, saco el teléfono y me prometo que no voy a buscar señales en tu estado de invariable mensaje -no-, pero, en un segundo, me encuentro trepando por el muro de tu facebook para caer, una vez más, por el otro lado, malditas redes, las sociales, que nunca te suavizan el golpe. Suspiro. El recluso del 13C sigue taladrando la pared, lo observo, al parecer, con mal disimulo porque se gira y me encara: “¿Se encuentra bien?” lanzo en evasiva, “Estoy huyendo” contesta una boca amarga, “¿Huyendo de qué?”… Ahora puedo ver con claridad los ojos vacíos, tiende una mano helada y me agarra con fuerza durante un largo instante, el pánico me atraviesa, el rostro de la pena está metido en un cuerpo igual al mío. Al fin, contesta: “de ti”.
Huyendo (Macarena Hernández Jiménez)
