Con los ojos tapados, mis manos han buscado su cintura y lo he abrazado. Mi calor envuelve su cuerpo. Son las siete de la mañana.
Con dificultades he aparcado mi coche. Somos del centro. A continuación, he ido a los chinos a por pan. A las siete de la mañana sólo compro yo y sólo venden los chinos. He abierto el maletero. El portátil, la “tablet”, el teléfono y los” tapers” de la comida de la noche. La liturgia de los que trabajan de noche. Estoy cansado. Siempre estoy cansado. Los putos turnos.
Ese momento es único. Mientras me transfiere su temperatura también le entrego la cama, la habitación, los sueños y el amor. Su respiración se va tranquilizando. Ronca suavemente. Con mucho sigilo me levanto a comenzar el día. Café.
Ella está plácidamente durmiendo. Tal vez debería repasar unos documentos que hay sobre la mesa, pero tendrán que esperar. Me desnudo en silencio. Me meto en la cama e inmediatamente noto su calor y el brazo que me rodea. Que les den a los documentos.
Hoy (Emilia Bayod Abás)
