María está sentada frente al espejo y se maquilla las zonas afectadas. Fuera se oyen las voces de unos jóvenes. Se asoma a la ventana y observa que Alfonso, su primogénito, zarandea a Lucía con la intención de apartarla del grupo.
-Déjame, no quiero irme- le grita Lucía.
-Yo sí. ¿No ves cómo te miran? -le susurra Alfonso, entre dientes, al mismo tiempo que le tira, discretamente, de un mechón de su larga melena.
Lucía se resiste. Él le da un empujón y esta cae al suelo. Mientras los amigos lo increpan, Lucía se levanta y sale corriendo. Alfonso entra en casa, malhumorado, y se sienta en el salón junto a su padre, que le pregunta:
–¿Qué era ese alboroto?
–Protegía a Lucía, como tú haces con mamá -le contesta Alfonso.
–¡Ese es mi chico! -dice su padre, orgulloso, dándole una palmadita en la espalda.
María, desde la ventana, vuela.
Tantas y tantas Lucías…