Estaba tan contento con mi triángulo amoroso: mi mujer, yo y Aurora. Me llevó bastante tiempo auto-convencerme de que, después de todo, no estaba haciendo nada malo; pero una vez que lo conseguí me parecía el dibujo perfecto para mi vida. Mi mujer, Aurora y yo. El sol brillaba más. Cada una aportaba un color distinto y complementario a mis ajetreados días, que transcurrían entre el amor, el sexo y la mentira. Tan contento estaba que me decidí por fin a regalarle a mi mujer, el gatito aquel que decía era su mayor ilusión.
Alguien debió advertirme que mi figurado triángulo amoroso, era en realidad un cuadrado amoroso. Mi mujer, Aurora, yo y Ramón. Ramón, el nuevo amor de mi mujer. Les descubrí una tarde de viernes intimando en nuestra mismísima habitación. Fue muy desagradable. Ramón tiene la espalda llena de pelo. Yo volvía de discutir acaloradamente con Aurora, incluso cancelamos la reserva en el hostal; entonces decidí sorprender a mi mujer volviendo a casa con flores; y la sorprendí.