Los padres querían un chico pero nació ella. “No importa chato” dijo la matriarca “le buscaremos un buen partido que se haga cargo del negocio, porque la niña, que no quiere estudiar, tiene arte para los idiomas y nos ha salido muy mona.” Y la niña sí había salido mona, pero también había salido rebelde. Se cruzó por el camino un niño rico al que tampoco le gustaba estudiar. Y el destino los unió en una academia de verano para malos estudiantes. Y el destino sabía lo que se hacía, guapa ella, guapo él, dinero ella, dinero él, necesidad de cariño ella, amor para dar él. Y pasó lo que tenía que pasar, a la nena le empezó a salir tripita. “¡Chato, qué hacemos!” decía la matriarca “¡Qué vergüenza! A la niña la mandamos a Londres a estudiar inglés a ver si de paso se le pasa lo de la tripita.” Y la nena volvió de Londres sin su tripita y con su bebé al que llamó como el barco que le devolvía junto a su gran amor. Y los tres juntos modificaron lo que en la cuna se había planificado.
El futuro no está escrito (Benjamina García)
