15 de marzo 10:30.
Apuro mi café de un sorbo. Un viernes más, conectado a la red wifi de un bar de carretera, fantaseo divertido sobre la necesidad de tener Facebook, de que Facebook nos tenga. Al dejar la taza observo un detalle: los grumos parecen formar un dibujo en el fondo. Si fijo la mirada en ese punto creo ver cómo se modela la imagen de una cafetería entre almendros sin flores, junto a una BP verde y violeta, a la orilla de la autopista, un ventanal, alguien a la mesa frente a una taza, contemplando, en su fondo, los grumos del café y la leche dibujando la silueta microscópica de una cafetería. Hago clic. Me veo a mí mismo en pausa, al otro lado de la pantalla. Sentado en la misma mesa que yo ahora, absorto ante una taza de café. Me pregunto si alguien volverá a compartirme. Si también se verá a sí mismo haciendo clic sobre la imagen de alguien haciendo clic sobre la imagen de… y que la vida sea solo eso.
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