El Chef deslizó el cuchillo entre la carne, cortando un grueso filete ideal para su guiso predilecto. Lo colocó sobre un plato y empapó de vino tinto y vinagre balsámico, dejándolo marinar para que se empreñara de su sabor.
Dirigió su atención al resto de la carne. Habría que congelarla. Al cazar, la presa no había sido rival para su rifle.
Vertió aceite extra virgen en una sartén, sus oídos deleitados con el relajante chisporroteo. Filet Mignon con cubierta balsámica.
Soltó el filete en un plato. Grasoso y suave, en su mente casi podía ver su centro rosado. Partió un pedazo de carne, los jugos derramándose en el plato. Masticó lentamente, saboreando su complacencia. Concluyó que la espera había valido cada pena. Miró una vez más el resto de la carne, lamentando que el sabor nunca volvería a provocar semejante deleite a su paladar, mas no permitió que tal hecho lo perturbara por mucho. Después de todo, algún otro joven turista tendría que toparse con su cabaña tarde o temprano.
Filet Mignon (Jorge H. Haro)
