Limerencia buscaba entre la gente. El rostro de Serendipia se resbalaba de sus manos en aquella inefable noche.
Choques inevitables, equilibrismos en la línea que marca el horizonte. Destinadas al reencuentro, los metros avanzan lentamente. Y es al tiempo en el que Limerencia parece rendirse, cuando Serendipia entona la melodía de reconocimiento.
Sólo quedaba abrir los ojos, dejarse guiar… Encontrarse y apagar las luces.
– Lo siento, me ha sido inevitable.- masculla Limerencia.
– Pensé que no me encontrarías.- susurró Serendipia.
– Ya sabes, “las cosas suceden y vuelven a ocurrir en continua promesa”.
El eterno retorno de las causalidades (Óscar López Miñarro)
