Aquél día sentía una opresión en el pecho casi dolorosa, me costaba respirar y tenía un nudo en el estómago. El llanto desde hacía horas me había dejado los ojos enrojecidos. Me fui al lavabo para poder recuperar un poco lo que tu dolor me estaba causando por fuera. Se trata de ir a trabajar con una sonrisa cuando por dentro te estás muriendo.
Entré en el despacho y ahí estaba el causante de mi dolor que no se ve. Tu mirada gélida me devolvió a la realidad que no queremos ver. Me sentí insignificante, pequeña, menuda… Firmé el registro de mi llegada y me senté en mi despacho que parecía minúsculo. Sonó el teléfono y tu voz me devolvió a la realidad. Srta. pase a mi despacho, por favor. Tu voz tajante y el sonido del aparato colgando no me dejó opción. Al llegar a tu despacho volví a comprender:
-Estoy enamorado.
-De otra.
-De ti. Espérame.
-No puedo.
-Me matas.
-Yo ya estoy muerta.-En realidad no sabe que estaré esperándole toda mi vida. Cierro la puerta. Te odio. Me engaño…
Espérame (Diana Paulino Rocha)
