Van a ir a comprarse un vestido negro nuevo y un helado de fresa y nata antes de volver a encerrase en aquella sala de espera. María y su pequeña bajan por las escaleras de la entrada del hospital, acompañadas por sus sombras que resbalan lánguidas sobre los escalones acomodando el agotamiento de tantos días. Cogidas de la mano, su paso tiene la cadencia de quien no necesita darse prisa por regresar, pues ya nadie reconocerá su ausencia. Rosa para en el último escalón fijando su mirada en una nube que rasca los tejados de los edificios que las rodean. Sus dos coletas doradas enmarcan los ojos castaños de la niña que están llenos de preguntas que María no sabe si va poder contestar. Rosa tira de la mano de su madre para que se agache y, mientras señala al cielo con su pequeño y regordete dedito, la susurra al oído: «Mamá no estés triste. Papá se ha escondido detrás de esa nube, ¿lo ves?»
El escondite (Nedda Soriano)
