El teléfono sonó en la madrugada. Cuando llegaron los atendió el comisario. Al salir de su oficina cruzaron el hall sin ver a nadie.
Caminaron hacia la calle abortando abrazos y enmudeciendo frases, sin tocarse.
Afuera el amanecer pegajoso y frio. Subieron al auto que dobló en cualquier esquina y tomó una recta. Él apretó el acelerador. Ella se abandonó sobre el asiento, mientras su útero se estrangulaba en una contracción.
Los dos ansiaron la muerte de ese dolor recién nacido, el estallido y la vaga ilusión del reencuentro.
De pronto ella se incorporó, arrancó la llave del contacto y le dijo -Tenemos otro hijo que nos espera en casa.
El auto se detuvo lentamente y el llanto se hizo aullido en brazos del otro.
Esa noche (Ana Alicia Guillamondegui)
