Ese día la montaña no nos había tratado bien: con mal tiempo, de noche, fatigados, perdidos; y lo que era peor, con un herido a cuestas.
En medio de la noche, engullidos por la niebla atravesábamos un interminable maizal. Rendidos ante el cansancio mental y físico encontramos un terreno limpio y decidimos acampar allí. Extrañamente era un área de tierra circular perfectamente delimitada entre el maíz.
De pronto una intensa luz nos atrapó, seguido de un sonido ensordecedor. La luminiscencia atravesaba las paredes de la tienda como si fueran filosas cuchillas. En las paredes de la tienda aparecieron sombras de las siluetas de dos seres acercándose con cabezas desproporcionadamente grandes y brazos largos que parecían extenderse.
¡Los extraterrestres nos iban a abducir!
A nuestro compañero herido se lo llevaron a un hospital cercano. Nosotros muy avergonzados desmontamos la tienda para dar paso al pesado camión ya que la habíamos plantado en medio de una carretera sin asfaltar.