– Este cuadro sobre el que os voy a hablar no siempre fue un cuadro. Hubo un tiempo en que fue un espejo, pero cansado de su vítrea condición, decidió tirarse a la vida de cabeza para así comenzar a sentir lo que hasta entonces se había limitado a reflejar. Ocurrió que en el lugar donde optó por lanzarse, la vida era vacua y superficial, con lo que no tardó en tocar fondo; poco a poco fue notando cómo la sonrisa de alegría entonada al inicio del salto iba desvelando su naturaleza premonitoria de suicidio, y aquello que había sido cristalina superficie se iba tornando lienzo permeable a todo pigmento que por su cercanía pasase. Quedó grabado el instante de caos, el fatídico momento de autolisis tan involuntaria como consentida, el angustioso fragmento de tiempo en que aquel espejo se volvió tetrapléjico y…
– Joder Esteban, ¿tanto lío por una foto de carnet? Si no te gusta cómo sales, te jodes, siempre con la misma cantinela y desvariando sobre cuadros y espejos.
El salto (Javier González Garrido)
