Una herida en medio de ninguna parte se encuentra con otra en un cuerpo que pasa a su lado. En el cruce de miradas, se advierte en los ojos de la primera que ya estaba esperando ese encuentro.
-Disculpe ¿Podría rascarme la costra?
– ¿Qué costra?
-Pues ésta que me recubre ¿Acaso no la ve?
-Pues no, yo juraría que siempre fue cicatriz.
-Pero eso es imposible.
-Es posible que naciera con ella.
– ¿Y debajo?
-Debajo nada más que usted.
El cuerpo se aleja sonriendo a su cicatriz. En medio de ninguna parte empieza a brotar sangre del suelo como en esos diluvios en los que el agua sale escupida de las alcantarillas.