El neón violeta, anclado al techo, distorsionando tu desnudez, sinuosa y frágil, cosidos los besos con versos apasionados, palabras atravesadas en susurros quebrados, robándonos el aire y el espacio hasta ser tan sólo una sutil esencia, una energía aletargada que se consume, violeta, violácea; como el neón, anclado al techo.
Nada queda ya, tan sólo mis ascuas en tu volcán, mis flores marchitas en tu alféizar venerado, agua pasada, tierra quemada.
Pequeños momentos en los que el recuerdo magnifica tus vaivenes con sus mentiras inventadas, el mundo detiene su pesadumbre, los olores se difuminan en caminos que conducen a ti, porque todos mis caminos se buscan y te encuentran, el tiempo sucumbe, el vello se eriza, y un suspiro nace, travieso, desacostumbrado, en mi alma vieja y mutilada.
Esta tarde la escuché, con su guitarra rasgada, con su desamor confesado, con su luz violeta, con el mundo apagado…