Mañana de domingo convulsa. Tarde de domingo febril. Meses de delirio no sirvieron sino para tener nada más las certezas desgastadoras del no.
Domingo de algazara. Festivo de ruido y de nueces sin abrir. Un enjambre de ofrendas persiste en los tocados de primavera y emploma el cielo de trinos manidos y de verbos sin acción.
Voluntades rotas crispan el aire.
Pies recorren el camino, y lo descorren indecisos antes de llegar. De nuevo avanzan; rozan el umbral. Cosquillas punzan un vientre a la espera del encuentro. Minutos apenas son instantes.
Endeble esperanza sostiene el sobre: cae en la urna.