Cielo sinuoso, estrellas diluidas y una realidad tan aumentada que parece explotar. Un trigal ondulado, objetos con vida propia y unos inquietos girasoles que saludan al pasar. Irises que vienen y que van. Nubes que fluyen serpentinas.
— Deberías usar gafas — me aconsejó por cuarta vez mi madre el otro día, cuando tuve que entrecerrar los ojos para leer un cartel en el centro comercial.
Yo, obstinada, me niego una y otra vez rotundamente.
Quiero seguir viendo el mundo “a lo Van Gogh”.