Hay una casa y un matrimonio viejo adentro, sentados contra la estufa a gas. Parecen desconocidos. Ella es impasible, se pasa el día con su tejido estúpido, lo desteje cuando cree que no la veo. Así todo el día. ¡Nos hemos convertido en dos viejos de mierda que no se soportan! Vos en esos hilos todo el día. Yo pendiente de tu manta, envidioso por no tener qué hacer más que controlar la puerta, revisar la estufa, que no nos vaya a traicionar la válvula y nos agarre acá: Ahora no, gracias, aún no llega el otro señor; pero vendrá y ella sabe que lo sé, por eso está tan esquiva. Él no tiene nada que ver conmigo: no ha envejecido como nosotros. Él es joven siempre. Y va a venir.
Hoy empiezo a escribir, sí. Me cansé de que siempre esperes a alguien que no soy yo. De tu desquerer.
Se levantó del sillón, tomó lápiz y papel y escribió. Había una casa y un matrimonio viejo adentro. La habitación tenía, entonces, un insoportable olor a gas.
Desquerer (Elianna Pascual)
