Escribía relatos cortos y me pagaban por ello. Luego me pasé a los microrrelatos; pequeñas narraciones con un principio y un final que no deben superar las doscientas palabras, y me siguieron pagando. En proporción, si contaba las palabras que había escrito y la pasta recibida, el microrrelato estaba mucho mejor considerado. Así que me pasé a los haikus, poemas breves, ideas muy sintetizadas, y me volvieron a pagar. Ahora ya sólo escribo palabras, o sea, enumero cosas que veo, nada más. A veces dos palabras, otras veces tres… Por mi último escrito me han pagado un pastón: tijeras.
Cortando (Mariajosé)
