«Las prendas sin escurrir chorrean», le advierten los vecinos al dueño que es el que va a las juntas, nunca su mujer. Tienen cuatro niños pequeños. A veces, con la música muy alta, parecen oírse gritos como de socorro. Las gotas de hoy, espesas, no son de agua.
Ha acudido la policía, los bomberos han tirado la puerta. Los vecinos se agolpan detrás del presidente de la comunidad. Hay una radial ensangrentada, recogen dos talegas del tendedero: en una están los sesos de la mujer, en la otra los de los cuatro niños.