Miro por última vez el acero del reloj. Al buscarte en el muro agrietado, la luz de la tarde desaparece en nuestra fotografía. Entonces hay un prendedor en el suelo que seguro olvidaste. Iba muy bien con tu cabello los veranos que fuimos a la playa. Un aire cierra la puerta antes de salir; me detiene en la memoria de tu beso fugitivo. Y a un lado en el rincón una silla polvorienta aguarda. Pongo los pies firmes sobre su estructura, casi cayendo en tu recuerdo, hasta detener con un dedo los minutos que avanzan… Mi vida preparó maletas, pero no será tu viento quien la lleve.
Casa olvidada (Antonio Berumen)
