Muchas noches desearía ser un topo humano o disponer de una barrena para horadar un agujero que me ayude a escapar a través del colchón de las sombras que me cercan cuando intento conciliar el sueño. Es en esos momentos cuando quiero gritar “¡¡Papá!!” con todas mis fuerzas para que él venga y me salve, pero en cambio me muerdo los labios hasta sangrar, me acaricio con suavidad las costillas y las nalgas doloridas y amoratadas, casi en carne viva, y cierro los ojos con toda la fuerza de la que soy capaz mientras me abrazo a mí mismo buscando algún consuelo. Bajo la escasa protección de la manta, con un suspiro de resignación elijo una vez más el silencio y el miedo a lo que oigo moverse pesadamente en el desván sobre mi cabeza o arrastrarse, serpenteando, por el sótano. Ellos desaparecerán por la mañana. Mi padre no.
La parte del monstruo (Antonio J. Serrano Fontana)
