“Entra, protégete de la lluvia y deja de buscarla”, le dijo la marquesina del cine.
“No servirá”, le respondió él.
Supuestos intérpretes proyectaban formas distorsionadas y decían cosas supuestamente importantes.
Simple ruido.
Dejó su butaca para vagar nuevamente por una ciudad que ignoraba si aún era la tuya.
Entonces el ruido se tornó voz y lo informe se materializó en la forma que más anhelaba: tú, lo único reconocible entre aquel amasijo de incoherencia.
Unos créditos en los que no figuraba tu nombre le empujaron a la Calle Realidad, donde la lluvia, por suerte o desgracia, seguía sabiendo a ti.
Calle Realidad (Óscar Romero Barrero)
