Salí corriendo detrás de él, no me lo pensé dos veces, ni siquiera llegó a vez y media. Había cogido el bolso de la prostituta de un tirón, era un crío imberbe, ni siquiera llevaba una navaja para dar miedo, a los veinte metros recorridos le olía la mierda que desprendían sus pantalones, tiró el bolso, me miró con miedo. Tenía todas las pintas de ser un verdadero desgraciado. De esos que piensas, éste es ladrón porque la sociedad le ha hecho así, de vivir en el barrio de Salamanca sería un putero. Cayó al suelo, no hacía más que mirar hacia atrás. Agarré el bolso del asfalto y me dispuse a volver con la prostituta pero en ese momento pensé que quizá todavía podía hacerle ver a aquel chiquillo que la vida además de ser muy dura era muy larga, y quizá aprendiéndolo a tiempo pondría rectificar. En ese momento noté como el vientre me abrasaba y un sueño cálido me arrebataba la vida. Un fogonazo y un destello de luz percutieron en mi vientre, tiñendo el bolso de rojo sangre.
El bolso (Jorge Jarillo)
