Distraído en la biblioteca, Saúl extrajo un viejo libro saboreando el suave frufrú contra las tapas circundantes; pero se trataba de un error, pues la portada decía, «Biage al amor olbidado». Sonrió y devolvió el libro a su estante. Más allá, una bella antología de poemas aceleró su corazón, y la tomó con dulzura; pero, al tenerla entre sus manos, «Biage al amor olbidado». ¿Otra vez? Leyó un párrafo infame, y se deshizo del libro. Malhumorado, se detuvo en el pasillo de su juventud, y seleccionó un apasionante volumen de aventuras titulado, ¡»Biage al amor olbidado»! Tomó otro, y otro, y otro más; y, en todos, «Biage al amor olbidado». ¿Qué broma era esa? Entonces, de algún lugar de la biblioteca surgió una voz de ultratumba que, con una burla insoportable, le dijo: «Bienvenido al más allá. He aquí tu penitencia». Y un ejemplar del horrendo libro cayó a sus pies, abierto por la primera página. Y su alma espantada se negó a abandonar su cuerpo ya muerto, cuando la voz le ordenó: «Lee».
Biage al amor olbidado (Nacho Blanco)
