Ásfil estaba sentada a mi lado, hacía calor en el metro y ella no paraba de quejarse porque yo miraba todo culo firme que se levantara de su asiento. «¡joder, Dim pero si ésa no puede tener más de 15 años!». Ásfil no conoce tan bien como yo el ciclo sexual de la mujer y como está relacionado su comienzo con esos mini shorts que llevan las chavalitas en verano.
Ella era mi chica y le acompañaba a regañadientes a la estación de bus para despedirla. Habíamos discutido porque ella consideraba romántico que yo le escoltara hasta la misma dársena y le diera un beso de tornillo que nos hiciera levitar de amor a todos un poco. A mí simplemente me parecía una pesadez tener que hacerlo porque luego era yo el que se tenía que volver solo de a tomar por culo, después de haber dejado de levitar, cuando había de nuevo que pagar el metro.
Pero ahí estaba, aún, el peor novio del mundo, haciendo un esfuerzo insigne para que la estructura del amor no se tambaleara y los poetas pudieran seguir escribiendo
Ásfil estaba sentada a mi lado (Dimas Pardo López)
