Europa ardía y yo te amaba. Manifestaciones libertarias al tiempo que el Brexit sobrecogía los escuálidos corazones de los jóvenes exiliados (procuradores de oportunidades laborales lejos de su país de origen). Yo te seducía a golpes de tajada inoportuna. A veces te exponías desnuda frente al televisor y mis dedos decidían transitar por tu pelo humedecido. En seguida, un par de cervezas frías y media docena de tertulianos debatiendo en aquella chiflada pantalla sobre nimiedades, hipocresías. Y el vómito. Siempre acababas nauseando ante aquel ordinario espectáculo financiado por el diablo. Más tarde, follábamos vivamente y al finalizar ambicionábamos un leve descanso. La luna intentaba remendar con su luz el colapso social pero, lamentablemente, jamás lo conseguía. Normalmente lograbas moldearte entre las manos de Morfeo. Yo nunca lo logré. Por eso acaba blandiendo un cigarro, por no molestarte y para disimular -gracias al humo del tabaco- el hedor proveniente del incendio europeísta.
Arde Europa (Alexander Vórtice)
