Estaba esperándome al otro lado del mostrador. Yo estaba tensa, pues aquella señora de hueso ancho tenía mi dinero. Siempre había sido simpática, era mi casera, la dueña del piso donde vivía. Tan solo se trataba de devolverme el dinero de la fianza. Desde el comienzo noté como su sonrisa escondía una oscura verdad. Algún tipo de religión sectaria o una deuda interna con el estado eran posibles causas de su actitud según mi indomable imaginación. Pero cuando llegué aquel día y la vi vestida de flores, con el pelo grasiento y los dientes amarillos me di cuenta de su secreto, estaba claro, solo le faltaba una clave, la verruga de la nariz. ¿Sabéis lo que era no?.
Apariencias (Setefilla González Naranjo)
