Sintió esa tarde que su existencia pendía de un alfiler. Que era pasajera y leve como un pétalo en el huracán del Universo. Prescindible.
Se preguntó si los transeúntes en el asfalto pensarían lo mismo sobre sus propias vidas. El último sorbo le dejó un regusto amargo. Se fue, olvidando sus anotaciones sobre la mesa: …“hoy le diré te quiero”
Nadie las leyó
Anotaciones (Juan Luís Escrivá Aznar)
