Abrió sus pequeños ojos lentamente sin ninguna preocupación, como de costumbre. Un atisbo de luz se escurría por entre las rendijas de las persianas. Escuchó una puerta que se abrió suavemente. Era un sonido muy familiar y muy querido porque en unos momentos unas cálidas manos le tomarían con ternura para disfrutar de un nuevo día. Después vino uno de sus momentos preferidos: la plaza. Cuando se cansó se durmió. Se despertó con hambre así que comió bastante; estaba muy alegre. Una mano palmeó repetidas veces sobre un cojín, y Anita, moviendo la cola como no lo hacía así de fuerte en todo el día, saltó, llenó de lengüetazos a la dueña de su ser, ladró con todas sus fuerzas, se acomodó al lado de ese cálido cuerpo que adoraba y fue completamente feliz.
Anita (María Alejandra Lancuba)

Hola! quería hacer una pregunta y creo que ésta ya es un comentario; ¿puedo votar a más de uno? ¡Hay muchos que me encantan! Saludos!
Hola María,
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