¿El amor es una utopía o de verdad existe? Y si existe, ¿Dónde se esconde, por qué huye de mí? Todas estas ideas danzaban en su cabeza mientras juntos esperaban el autobús del adiós. Él era solo un extraño, que abrazó su locura, que tocó con sus labios la verdad, fue él, el único en besarle el pensamiento, en tocarle el alma. Él la miró fijamente mientras ella esquivaba su mirada conteniendo el llanto, tragándose la tristeza que la afligía. Es el momento, pensó él mientras entregaba todos sus sueños guardados en una maleta. Ellos no se prometieron nada que no podrían exigir: la fidelidad, el futuro, aferrarse al amor, a los recuerdos. Su amor era libre, todo fue según cómo debía. Lagrimas no se asomaron, ninguna sacó la mano en señal de despedida, se supone que no dolería. Llegó la hora. Él la miró como si su mirada hablara, le dijo cosas que ella nunca entendió. Ella lo besó, entregándolo a la vida, dejándolo ir. En silencio se alejó, el cielo lloraba, ella también. Estaba sola, de nuevo.
Amor sin promesas (Alejandra García)
