Hace una semana, mi hermano salió a tirar la basura. No volvió. El ser de la escalera lo engulló de un solo bocado.
Al cabo de un par de días fue el turno de mi padre. Aún recuerdo el ruido atroz que hizo su garganta al deglutirlo.
Y ahora el cubo vuelve a estar lleno.
A través de la mirilla veo sus inmensos ojos amarillos destellar en la oscuridad del descansillo. Me horroriza de verdad. Pero yo me precio de ser un buen hijo.
– Mamá: ¿quieres que vaya a tirar la basura?
Amor filial (Eva Ortiz Aguado)
