Pejerrey deliraba de amor por la coqueta y sensual sardina, pero su timidez le impedía declararse. Un día que nadaba meditabundo, vio una pequeña lombriz que se mecía al vaivén de las olas, y pensó.
-Esta lombriz se la llevaré a mi amada, y le expresaré mi pasión.
Atrapó de un tarascón la lombriz y la sostuvo fuerte con su boca; hasta que sintió un tirón, que lo elevó directo al bote del pescador.
Por amor (Bladimir Alexis Espinoza Reyes)
