Ese chico cuyo nombre desconozco está siempre sentado en la misma mesa de la biblioteca, la número 33. No me he atrevido a dejarle una nota para conocernos. ¿Y si se molesta? Mientras tanto, le devoro con fruición, me lo como con la mirada. ¿Qué no daría yo por ser una de esas páginas del libro que sus dedos tan resueltamente recorren? ¿Por qué seré tan cobarde? Sin embargo, hoy va a ocurrir algo especial, el chico de la mesa 33 se levanta y se acerca a pedirme un corrector. Yo no articulo palabra, me quedo muda. Las emociones siempre traicionan. De repente, me mareo y cuando despierto están los bibliotecarios a mí alrededor junto con el chico de la 33. Por supuesto, consigo la cita con él, porque se ofrece a acompañarme a tomar un helado y después seguimos quedando entre los estantes de nuestra biblioteca, a escondidas.
Amor de biblioteca (Sara Sánchez Jiménez)
