Sus premoniciones eran frecuentes y en ocasiones fallidas, mejor dicho, siempre lo eran.
Murió de repente por culpa de un rayo que lo alcanzó de pleno, carbonizado.
Durante su funeral leyeron su última predicción: nada tengo que decir pero nada de nada.
Se escucharon algunas risas mal contenidas, otros lloraban.
El adivino (Juan Luís Escrivá Aznar)
