Julia estaba tumbada en la cama. Contemplaba los diamantes que contenía el cofre que reposaba entre sus manos. Todos eran pequeños, uniformes y azules. Acomodó la arqueta sobre el lecho y tomó uno al azar para apreciarlo cuando sonó el teléfono.
El tono de la llamada era una alarma nuclear. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Depositó el diamante en su cofre, lo cogió y salió corriendo hacia el vestidor. Le bastó abrir un cajón y verlo. Era un teléfono viejo que estaba desprovisto de internet. El número sólo lo tenía Ulises y le advirtió que si sonaba habría problemas. Lo abrió y pudo leer en su pantalla que el contacto se llamaba “Huye_894”.
Dejó el móvil y corrió hacia la caja fuerte. Nerviosa activó el código de tres dígitos que leyó en el móvil. Cuando se abrió la caja fuerte se quedó inmóvil mirando su interior. Soltó la arqueta que sostenía, y unos segundos más tarde alargó sus dedos temblorosos hacia el interior de la caja fuerte.
Activos efímeros (Javier González)
