Llegaste un febrero ventoso y de tus pisadas nacieron las flores más hermosas que jamás se han podido observar. Te materializaste frente a mí, como lo ilusorio, lo mágico y divino que se piensa imposible, sin embargo, tú me hiciste creer en la magia. Llegaste en invierno pero todo fue primavera desde entonces debido a que, sin quererlo, me convertiste en jardinero y tú tornaste en semilla. Y así, regándote cada día logramos tener las flores prohibidas con las que decorar los balcones de nuestra casa, siendo los pétalos banderas ondeantes al viento que provocan tus pestañas.
Y si de mi vida te apartan, que me arranquen las entrañas a bocados con tus dientes siempre frente a mí sonrientes. Y si de tu vida me apartan, que me lleven a donde pueda guarecerme de la tormenta de mi vida sin tenerte.
Qué jamás ocurra lo que no tiene que suceder porque sabemos que esta magia solo ocurre una vez durante los años que la maravilla nos regala disfrazados de vida.