De pronto arriba es abajo, abajo es arriba.
El viento me abraza y acaricia, trata de agarrarme con sus brazos invisibles. Pero es tarde.
La adrenalina me consume como el fuego al cigarrillo.
Veo mi cuerpo reflejado en los cientos de ventanales: estoy cayendo. Pero no siento el vértigo en mi estómago, solo las mariposas por fin volando libres.
Y mientras ellos se elevan para tratar de rascar el cielo, yo desciendo para poder tocarlo.
Cierro los ojos con fuerza.
Y sonrío.
Que bonita es la vida cuando estás a punto de perderla.
Rascasuelos (Daniel G. Estremera)
