En torno a la estatua caían los edificios y se alzaban nuevos, llenos de vidrios y metales y sin tanta mampostería y ornamentos que sólo servían para reunir palomas. Los años pasaban y las calles a los lados de la estatua se ensanchaban, cambiaban sus nombres según el gobierno, se ensombrecían en verano y se llenaban de hojas en otoño.
Una mujer dijo que cuando el espacio y el tiempo de este cuento se detengan, la estatua, personaje ilustre de esta narración, cobrará vida.
Lecturas (Fernando Kosiak)
