Llegó a casa temblando. Apenas acertó a quitarse el cinturón de seguridad a la primera, a bajar del coche sin tropezarse, a encontrar las llaves de casa en el bolsillo sin que se le cayeran, a subir sin desvanecerse los dos pisos de escaleras, a entrar sin llamar al timbre.
– ¿Qué tienes? –preguntó la esposa, claramente preocupada.
– Clarita, no vas a creerlo, pero he visto un fantasma.
La mujer calló.
– ¿No me crees? Conducía por la carretera vieja, ya sabes esa que no me gusta nada. Siempre te encuentras tractores o camiones a paso de tortuga y es peligroso adelantar. Tantos impacientes…Pues de repente un Peugeot color morado me ha venido de frente. He frenado, Clarita, pero sin tiempo a detenerme y él, Clara María, no vas a creerlo, él me ha traspasado. Ha entrado sin chocarme y ha salido por detrás. ¡Era un coche fantasma!
La esposa, aliviada, se acercó para acariciarle la cabeza.
– Mi niño- repetía mientras le acunaba suavemente, como cuando estaban vivos.
He visto un fantasma (Francesca Pujol Figuera)
