Le devolvió a la vida sin ella pedírselo arriesgando la suya sin medir las consecuencias. Había sido un encuentro casual en una curva peligrosa de la carretera y, según se suponía, un acto heroico en el que se había jugado mucho ante el fuego devastador. Tras los masajes cardíacos de reanimación que había aprendido días antes en un curso para parados, la mujer abrió los ojos unos instantes y preguntó a su ocasional salvador por sus pequeños por quienes no había podido hacer nada y yacían muertos entre los amasijos de hierro del vehículo siniestrado. No supo que decirle ante la cruel perspectiva a la que la mujer se enfrentaba desde ese momento hasta el final de sus días. Ella insistió antes de volver a perder el conocimiento…
—¿Están bien?
No supo que contestar, solo se aferró al silencio mientras las llamas lo consumían todo ante su impotencia. Solo cuando las asistencias llegaron pudo gritar aquello que se había callado momentos antes…
—¡Noooooo!
30X2… 30X2… 30… (María Luisa Benedicto Gil)
