Sobre el número 17 de la calle Morera siempre llovía. No había nada qué hacer, ya podía estar el resto del pueblo bañado en el más cálido sol, que sin embargo e inevitablemente, caían las gotas de lluvia sobre su puerta. Su propietaria se acostumbró y terminó ignorándolo. Dos nubarracas. Cuatro gotas. Después de todo no era tan grave. Incluso podía afirmar que ese fenómeno tan extraño le había traído amigos pues le permitía ser más amorosa con las visitas: siempre las recibía con una toalla olorosa y suave con la que secaba sus cabellos y su rostro, todos acogidos por el breve abrazo que determinaba el tono de cualquier visita. Y así hasta lo más hostil acababa en contacto personal y, por tanto, se suavizaba.
Lo que empezó como maldición, fue transformado en bendición, ahí el milagro. Imparable. Incontenible. Grandioso. Eterno. Invencible. Pues toda la fuerza de las cosas radica, simplemente, en no dejarse arrastrar por ninguna borrasca.
Siempre llovía (Francesca Pujol Figuera)

Me gusto siempre llovía, muy hermoso ojalá todas las personas transformarán las situaciones en positivo y mantuvieran la delicadeza y la afana disposición de brindar gestos y acciones amables; hacer sentir siempre bien a las demás personas, este mundo y convivencia sería mucho mejor y más feliz todos. Gracias por compartir, felicidades. Esta Genial